VALOR DE FEBRERO : EL AMOR Y LA AMISTAD
EL AMOR Y LA AMISTAD
1.PARA INFANTIL Y PRIMER CICLO:
*CUENTO :"HASTA QUE PODAMOS ABRAZARNOS"
https://www.google.com/search?q=cuento+infantil+sobre+el+amor+y+la+amistad&rlz=1C1GGRV_enES752ES752&oq=&aqs=chrome.0.35i39i362l8.2079981301j0j15&sourceid=chrome&ie=UTF-8#fpstate=ive&vld=cid:fa8ea23f,vid:jw5yvndDmzUCuentos de amor
Desde pequeños se nos enseña que el amor, sentimiento fundamental en los seres humanos es uno de los ejes por los que nos guiamos. Aprender enseñanzas sobre el amor, en cualquiera de sus múltiples formas, puede ayudar al niño a comprender el porqué de las acciones de los adultos. Por este motivo, Mundo Primaria te trae numerosos cuentos de amor para niños que les enseñarán la belleza de este sentimiento.
Cuentos cortos de amor
Cuentos de amistad
Romeo y Julieta
En Verona, una ciudad de Italia, vivían dos familias que eran rivales entre sí. Eran los Capuleto y los Montesco. Un día Romeo, el hijo de estos últimos, decidió ir a una fiesta de los Capuleto con una máscara para que no le reconocieran. Allí se encontró por primera vez con Julieta, la hija de los Montesco, y se enamoró perdidamente de ella. Al final de la fiesta, desde su ventana, Julieta confesó su amor por Romeo sin saber que él estaba debajo escuchándola.
Con la ayuda de fray Lorenzo, un cura amigo de Romeo, se casaron justo al día siguiente de aquel primer encuentro. Cuando los Capuleto se dieron cuenta de que Romeo había estado en la fiesta se enfadaron muchísimo. Como resultado, Tebaldo, de la familia Capuleto, retó a Mercurio, un amigo de Romeo, a batirse en duelo. Romeo acabó interviniendo en la pelea y acabó con la vida del primo de Julieta. Como consecuencia, Romeo fue condenado al destierro y tuvo que irse Verona hasta Mantua.
En este momento todos descubrieron el matrimonio secreto entre Romeo y Julieta. Como era de esperar, los padres de ella no lo aceptaron y la obligaron a casarse con el conde Paris. Julieta accedió, pero la noche anterior al enlace se bebió un narcótico para simular que estaba muerta. Fray Lorenzo quedó encargado de avisar a Romeo para que fuese a por ella y volviesen juntos a Mantua.
Lo que pasó que es que el fraile fue detenido y no pud
Cleopatra, la reina del Nilo
Desde muy pequeña, Cleopatra destacó en los estudios porque era muy aplicada. Hablaba siete idiomas y tenía muchos conocimientos de astronomía, música, medicina, matemáticas, literatura o política.
Cuando Cleopatra tenía solo 17 años su padre murió y ella tuvo que sucederle en el trono. En el antiguo Egipto, la tradición decía que Cleopatra tenía que casarse con su propio hermano para poder ser reina. Este solo tenía 12 años y el matrimonio discutía constantemente porque Cleopatra quería gobernar su país sola.
Tiempo después conoció al emperador romano Julio César. Impresionado por su belleza y su inteligencia, le ayudó a quitarle el trono a su hermano. Después, Julio César y Cleopatra tuvieron un hijo, Cesarión.
Un par de años más tarde, Julio César murió en una guerra y Cleopatra conoció a otro emperador, Marco Antonio. Con él tuvo tres hijos: Ptolomeo, Alejandro Helios y Cleopatra Selene. El problema fue que, en Roma, de donde él venía, Marco Antonio tenía esposa. En consecuencia, el gobierno se molestó mucho al ver que se casaba con Cleopatra y entraron en guerra. Fue la llamada Guerra Ptolemaica, por la dinastía a la que pertenecía Cleopatra.
Cuando cayó derrotado, Marco Antonio consiguió huir y decidió refugiarse con Cleopatra en Alejandría. Pero antes de llegar, Octavio Augusto, el comandante del ejército, capturó a Cleopatra y engañó a Marco Antonio para que pensase que estaba muerta. Él se lo creyó y desesperado se quitó la vida.
Fue así como la reina más bella y poderosa de Egipto cerró los ojos para siempre y con ella se acabó su dinastía. Decimos esto porque Octavio Augusto aprovechó también para asesinar a su hijo Cesarión extinguiendo de este modo la dinastía ptolemaica y sumando Egipto al Imperio Romano.
El ladrón de rosas
Todos los días, mientras Matías estaba fuera, alguien llevaba un enorme ramo de rosas para Adela. Matías no sabía quién era. La vecina tampoco sabía quién las llevaba, pues el mensajero llamaba al timbre y dejaba las rosas en la puerta antes de que la vecina abriera.
Un día Matías escuchó por la radio que muchos vecinos habían denunciado el robo de las rosas de sus rosales. A la mayoría no les importaba que les cogieran alguna rosa, incluso las regalaban encantados cuando alguien se las pedía. Pero lo que no estaban dispuestos a consentir es que se las robaran indiscriminadamente.
Pasaron los días y la radio seguía informando del robo de las rosas. Vecinos y policías habían organizado patrullas para vigilar las casas donde aún quedaban rosas en los rosales. Pero las rosas seguían desapareciendo. Nadie sabía cómo se las ingeniaba el ladrón, pero lo hacía. Mientras tanto, Adela seguía recibiendo su ramo de rosas todos los días.
-Mamá, estoy preocupado por esos robos de los que informa la radio -dio Martín-. ¿No tendrá que ver con ese ramo que recibes a diario?
-No sé, Matías -dijo Adela-. Ni siquiera sé quién las envía.
-¿No sospechas de nadie? -preguntó Matías.
-No, hijo. No sé nada.
Días después la policía llamó a la puerta de Matías.
-Nos han informado de que en esta casa llegan muchas rosas -dijo el inspector de policía-. Venimos a investigar. Sabrá usted que ha había muchos robos últimamente.
-Lo sé, inspector, pero no sabemos nada -dijo Matías-. Puede usted entrar e investigar lo que quiera, pero ni siquiera sé quién trae las rosas. Son para mi madre, que está enferma.
La policía no pudo descubrir nada, pero puso vigilancia encubierta a ver si lograban dar con la persona que llevaba las rosas.
La vigilancia no tardó en dar resultado. Al día siguiente detuvieron a un hombre mayor justo en la puerta de Adela, nada más llamar al timbre. Cuando la vecina abrió y vio cómo arrestaban a aquel hombre se quedó muda.
Ya en comisaría, el hombre confesó:
-Me llamó Aurelio y le llevo flores a la que es, ha sido y será el amor de mi vida. ¿Desde cuándo es delito llevar flores?
-La señora Adela es una señora mayor que está al cargo de su hijo -dijo el inspector-. ¿Qué tiene usted con ella?
-¿Adela? -preguntó el hombre-. No, las flores son para Matilde. Fuimos novios de jóvenes, pero un día desaparecí en unas maniobras militares. Me dieron por muerto. Hace apenas unos meses que me soltaron y he vuelto a por ella. Pensaba que Matilde vivía allí y que el chico que salía era su hijo.
-Muy bonito, sí. Pero es el hijo de Adela. Matilde vive en la puerta de al lado. Aunque eso no es lo que importa ahora. Diga, ¿por qué roba las rosas, en vez de comprarlas o pedirlas? -preguntó el inspector.
-
-¡No! ella esta soltera. Pero, espere, entonces, ¡usted no es el ladrón! -dijo el inspector.
Cuando lo soltaron, el hombre salió a la calle. Y allí estaba Matilde.
-Llevo décadas esperándote -dijo ella-. Te reconocí en cuanto te ví.
Ambos se abrazaron y se fueron juntos dando un paseo. Tenían mucho de lo que hablar.
-Inspector, ¿qué hacemos ahora? -preguntaron los agentes, tras contemplar la bella escena del reencuentro por la ventana.
-Esperar a que los rosales vuelvan a dar rosas -dijo el inspector-. No queda una sola rosa en los rosales de toda la ciudad.
-¿Cree que ha dicho la verdad? -preguntó uno de los agentes.
-Tal vez sí, tal vez no -dijo el inspector-. Pero poco importa ya. Los rosales siguen ahí, y darán más flores.
Pero a casa de Adela seguían llegando flores todos los días. Pero esta vez llegaban dos ramos: uno para Adela y otro para Matilde. Quién robó las rosas continúa siendo un misterio.
Cuentos para pensar: el valor de la verdadera amistad
Había una vez dos amigos que estaban de viaje por el desierto. Entre el calor y la sed que estaban sufriendo, los dos amigos estaban cada vez más irritados y de mal humor.
De repente, los dos amigos empezaron a discutir, sin motivo aparente. La discusión fue cada vez más acalorada hasta que uno de los amigos le dio una bofetada al otro.
Dolido por lo ocurrido, el amigo escribió sobre la arena: Mi mejor amigo me ha pegado una bofetada. Siguieron con el camino, hasta llegar a un oasis.
Los dos amigos decidieron aprovechar el agua del oasis para bañarse y rebajar el calor que estaban sufriendo. Pero algo terrible ocurrió, el amigo que había recibido la bofetada empezó a ahogarse en el lago.
El otro amigo no se lo pensó dos veces y se lanzó a salvarlo. Lo sacó corriendo del agua y el amigo recuperó la conciencia. Agradecido, éste cogió una piedra y grabó en ella la siguiente frase: Mi mejor amigo me ha salvado la vida. Extrañado, su amigo le preguntó:
–¿Por qué después de abofetearte escribiste en la arena y ahora que te he salvado la vida, lo escribes en una piedra?
Su amigo, con una sonrisa en la boca le contestó: Cuando un amigo nos ofende o nos hace daño, debemos escribirlo en la arena para que el viento del perdón y el olvido lo borre cuanto antes. En cambio, cuando nos ayuda o nos da una alegría debemos escribirlo y grabarlo en una piedra para no olvidarlo nunca.
RELATO DE AMISTAD:
https://es.slideshare.net/fmf/relato-de-amistad
Cuento sobre la amistad. “El saco de la amistad”
Santiago entró en casa de los abuelos con un enfado tremendo – ¡ya no quiero ser amigo de Pedro!– Dijo mientras se apoyaba en su balón de fútbol favorito.
– ¿Qué ha pasado?-preguntó el abuelo Jesús.
Santiago describió con todo lujo de detalles una discusión que había tenido con su amigo acerca del balón sobre el que se sentaba…
– ¿Entonces, ya no quieres volver a verle nunca?- insistió con firmeza el abuelo.
– Bueno, no me importaría jugar con él…
– Es que la mamá de Pedro ha llamado para ver si querías pasarte esta tarde por su casa a ver una peli, pero como estáis tan enfadados no he sabido que decirle.
– Dile que sí, dile que sí, y me llevo el juego de construcción para que montemos un castillo mientras vemos la película….
– Vale, vale, pues llamo a su madre y le digo que sí.
– Abuelo, a veces siento que no tengo amigos. Pedro muchas veces no me hace caso y sólo quiere jugar a lo que le apetece a él.
– Verás, Santiago, te voy a contar un secreto que sólo los ancianos conocemos. Es un secreto sobre la amistad.
A lo largo de mi vida me he encontrado con grandes personas, que se han convertido en mis amigos. Algunos se han quedado a mi lado durante muchos años, pero otros estuvieron poco tiempo junto a mí y, aún así dejaron su pequeña aportación al saco de la amistad.
– ¿El saco de la amistad? – preguntó Santiago.
– Yo lo llamo el saco mágico de la amistad. Es mágico porque sólo tú lo puedes ver. Además, nadie puede decidir nada sobre tu saco, porque es personal e intransferible, es decir, tú decides quién entra y quién sale de tu saco de la amistad.
Verás, Santiago, cuando yo tenía 8 años, los mismos que tú tienes ahora, me pasaba el día buscando ese gran amigo que fuese siempre fiel, estuviese siempre de mi lado y fuésemos, como en las películas, inseparables. Pero por más que buscaba, no encontraba a esa persona especial que yo tenía en mente.
Mi abuelo, tu bisabuelo, siempre me decía que yo era muy afortunado, pues tenía muchos amigos que me apreciaban y siempre estaban dispuestos a jugar conmigo.
Me encantaba ir a casa de mis abuelos….
– A mí también me gusta venir a tu casa, abuelito.
– La abuela preparaba mi comida favorita y el abuelo me escuchaba y se reía con todas las historias que traía del colegio y, aunque en muchas ocasiones fueran invenciones mías, él siempre estaba atento a todo lo que yo contaba. ¡Él me entendía de verdad!
– Anda, pues lo mismo que yo…
– Además a mi abuelo y a mí nos gustaban las mismas cosas. Cuando salíamos a caminar al monte, yo imaginaba que era un gran escalador y que íbamos por el Monte Everest, y el abuelo siempre me seguía en las muchas fantasías que me pasaban por la mente.
Así fueron transcurriendo mis años de colegio y de niñez. Yo fui muy afortunado, porque tuve muy buenos amigos tanto en el colegio, como en la universidad, pero todo aquello pasó y mi vida, al igual que la de mis compañeros, cambió.
Algunos nos casamos y nos quedamos a vivir en la ciudad, otros decidieron viajar y se fueron a vivir lejos de aquí… y nunca más tuve noticias de ellos.
Conocí nuevos amigos y forjé nuevas amistades con las que disfrutar. Sólo mantengo una amistad de mi niñez, Mario, a quien conocí a los 5 años y nunca dejó de ser mi amigo, a pesar de las discusiones.
¿Sabes una cosa? Si hoy tuviese que hacer una lista de mis mejores amigos tú estarías entre ellos, Santiago.
– ¿De verdad? Pero yo soy pequeño, ¿no? – preguntó Santiago extrañado.
– ¡Qué va! Y… ¿sabes quienes más estarían en esa lista?, pues mis abuelos, mis padres, mi amigo Mario, mi perro Curro, la abuela, mis nuevos amigos con los que juego al golf…seguro que me olvido de alguno importante, pero nunca me olvidaré de los imprescindibles y entre ellos siempre estará mi abuelo. Él cumplía todos los requisitos para ser un gran amigo: me sabía escuchar, se reía conmigo, me daba consejos aunque no me gustasen, y era capaz de soñar mis sueños…
– Pero los abuelos son muy mayores para ser amigos, ¿no?
– Dime Santiago, ¿qué amigo tienes que cumpla todo lo que yo te acabo de decir?
– Pues…Pedro, mamá, papá, el primo Carlos y tú.
– ¿Te das cuenta de lo distintos que somos todos los que formamos tu lista de la amistad?
– Si, tienes razón abuelo.
– En mi saco mágico de la amistad no hay una lista de amigos muy grande, pero sí que están aquellas personas en las que puedo confiar de verdad.
– En el colegio puedes jugar con todos los niños y niñas que te apetezca y de ti dependerá que pasen a formar parte de tú lista de amigos. No dejes de jugar y de disfrutar con otros compañeros y niños del barrio, porque es la mejor manera de encontrar nuevos nombres para tu saco mágico de la amistad.
– Abuelo, ¿sabes una cosa?
– Dime Santiago.
– Pues que ya estás dentro de mi saco mágico de la amistad.
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